Opinión A. Rafael Luna Murillo: Hasta nunca, baby

Todas las cosas que tienen un principio tienen un final. El principio y el final pueden ser de muy distinta naturaleza, pero lo que queda realmente es lo que hay en medio.
Se va, por fin pero por la puerta chica sin dirigirse a sus gobernados que lo han sido tantos años. Sin embargo no escatimó en dispendios para celebrar su principio, ayudado por las fuerzas vivas que siempre tuvo a mano y de las que se ha servido claramente para ejercer el nepotismo más rancio. Se va porque ha conseguido tanto para él en estos años que ya no puede cargar con más, pero al resto los ha dejado con más deberes que haberes. No ha luchado sino había algo que ganar para su reputación y gloria.
Sus formas han sido inteligentes pero totalmente despóticas. A sabiendas que nadie le puede tocar un pelo no ha dudado en echarle la culpa a otros con todo el aparato de torturas, quienes han osado a discutirle o llevarle distintas ideas a lo tradicional. Su posición en el reino ha subido como la espuma, lo que no hizo cuando no estaba al frente del mismo. Era uno más pero no se le veía por ningún sitio, salvo en la iglesia donde coleccionaba acólitos, manifestando favores que luego sirvieron de apoyos en todas y cada una de sus atrocidades.
Yo no tengo nada que agradecerte, nada por lo que recordarte, nada por lo que guardar tu pérfida memoria. Ya te recompensarán los que dejas atrás, en un acto de “mamporreismo” inusitado pero necesario a la vez para que se nos ofrezca un holocausto del que siempre quisiste ser protagonista.
Hasta nunca, con verdadera alegría.

Rafael A. Luna Murillo, colegiado 140994

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