Hace tiempo que reflexiono sobre la evolución actual del mundo empresarial, del cual formo parte como autónomo. Hemos avanzado mucho y, por fin, muchos de los que nos iniciamos en él con el fin de desarrollar nuestra profesión, somos conscientes de que tenemos empresas que, por supuesto, tienen que ser rentables y deben permitir vivir con holgura a todos los que formamos parte de ellas. Pero también pienso estamos llegando a un extremo que me genera cada vez más dudas: la rentabilidad extrema.

Si nuestras empresas no explotan al máximo sus recursos y no obtienen el máximo rendimiento posible, se dice que algo no estamos haciendo bien. Disponemos de múltiples KPIs con los que podemos monitorizar la salud financiera del negocio y los usamos como objetivo ya no de crecimiento, sino a veces de mantenimiento. Estos indicadores son buenos, muy buenos para gestionar ordenadamente la empresa pero, ¿qué pasa con el factor humano?, ¿cómo analizamos si no alcanzar esos KPIs puede ser debido a una decisión, o situación, puramente emocional?

Hay una pregunta que me vengo haciendo desde hace más veinte años: ¿siempre tenemos que crecer?; mi respuesta desde entonces no ha cambiado: no; no siempre hay que crecer, a veces mantenerse, o incluso decrecer, es bueno. ¿Y esta respuesta? ¿Cómo puede ser bueno decrecer? Porque está hecha teniendo en cuenta el factor humano, y no solo el empresarial.

Soy consciente de que hablo de esta forma porque la salud financiera de mi empresa lo permite y tengo la tranquilidad de tener las necesidades básicas bien cubiertas. Si hay necesidad, solo podemos luchar por crecer. Pero si hay estabilidad, ¿por qué no parar, disfrutar y dejar que fluyan las emociones que nos llevaron a donde hemos llegado?

La pasión, la humanidad, el mero hecho de disfrutar aunque nos llevemos por delante algún KPI seguro que es bueno para estar muchos años donde cada uno queramos estar y, por supuesto, nos permitirán seguir siendo rentables aunque igual por debajo del temido crecimiento a doble dígito.

Cuidado porque el excel lo soporta todo, menos el corazón humano.

Daniel Carazo Sebastián

 

 

 

 

 

 

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