El Sindicato Veterinario Profesional de Asturias propone medidas más precisas en salud pública para reducir el riesgo de un segundo confinamiento

  • SIVEPA aboga por utilizar una metodología de análisis de peligros en la calle para evitar repuntes que sobrepasen el sistema de vigilancia epidemiológica de COVID 19 y reducir el riesgo de medidas más drásticas

 

Como este mismo sindicato ha advertido en una nota de prensa anterior, aunque vivimos un momento favorable en cuanto a los contagios y fallecidos por COVID 19 en España, hemos de ser cautos, pues los positivos proceden en gran parte de las personas infectadas hace 2 o 3 semanas y los fallecidos incluso de los infectados un mes o mes y medio atrás.

En el momento actual, recién salidos de un duro confinamiento, el virus en circulación o número de casos capaces de infectar deberían ser relativamente escasos. Sin embargo, a medida que pasen las semanas, este virus en circulación podría ir aumentando en base a las personas asintomáticas y a los contagios que tarden en diagnosticarse. Si el sistema de vigilancia epidemiológica se demora en detectar los casos y sus contactos, o se le escapan demasiados asintomáticos, se puede ver sobrepasado y fracasar. Este escenario es uno de los posibles y el sistema hospitalario podría colapsar de nuevo abocándonos a un segundo confinamiento que difícilmente soportaría la población y la economía. La otra opción en ese caso sería ver con gran angustia un elevado número de fallecidos y un gasto hospitalario inasumible.

Sin embargo, existen más alternativas que pueden disminuir de forma considerable la probabilidad de que esto ocurra. Quizá estas opciones no se han explorado ni desarrollado lo suficiente debido al desequilibrio del Sistema Sanitario hacia lo asistencial y hospitalario a costa de una Salud Pública debilitada y en ocasiones casi inexistente. Para darse cuenta de lo poco que se ha invertido en el desarrollo de la salud pública basta reflexionar sobre cómo han evolucionado los tratamientos asistenciales de las enfermedades los últimos 100 años y lo poco que han evolucionado las estrategias de salud pública ante una pandemia. En el caso de la gripe española de 1918 las medidas tomadas fueron, en esencia, las mismas que contra el COVID 19, suspensión de aglomeraciones, confinamiento, mascarilla, etc. Aunque estas medidas sean básicas y hubiera que tomarlas en un momento crítico ¿no esperaríamos que en más de 100 años se hubieran desarrollado otras estrategias más elaboradas en salud pública que ayudaran a evitar medidas drásticas como un posible segundo confinamiento?

En realidad algunas de estas medidas sí se han elaborado y los veterinarios las llevamos desarrollando y aplicando décadas. Las medidas de bioseguridad en granjas de producción o las medidas de análisis de peligros y puntos de control críticos (APPCC) en seguridad alimentaria son estrategias utilizadas por el sector veterinario con éxito. Con ellas se combaten peligros biológicos en situaciones con muchas variables difíciles de controlar y que pueden poner en riesgo la salud colectiva. Desde SIVEPA proponemos que se utilice esta experiencia y estrategia para evitar llegar a un punto en el que quizá no nos quede más remedio que matar moscas a cañonazos con un segundo confinamiento.

Este sindicato lanzará la propuesta de crear grupos de profesionales que analicen y evalúen a nivel de calle, qué comportamientos conllevan mayor riesgo de contagio y en qué medida se están produciendo (identificación del peligro y la probabilidad de que ocurra) en todos los sectores y actividades, profesionales y ciudadanos. A día de hoy sólo hay valoraciones subjetivas o parciales de lo que se hace mal o no en prevención ciudadana en el día a día. Este primer paso permitiría identificar y cuantificar, con criterio médico, los fallos reales en prevención y no quedarse en las valoraciones subjetivas. Es decir, localizar profesionalmente los riesgos concretos (la probabilidad de que un peligro ocurra). Identificados y analizados los riesgos, se establecerían sistemas precisos de control y corrección de los mismos y se comunicarían al sistema de vigilancia epidemiológica, para que ellos orientaran sus investigaciones hacia esos puntos débiles y esto les ayudaría a encontrar los nuevos positivos ocultos.

Haber identificado estos riesgos de infección con precisión permitiría anticiparnos a los brotes combatiendo estos peligros y bajando la probabilidad de contagio, pero lo que es también sumamente importante, en caso de que el sistema de vigilancia epidemiológica se viera superado, al haber identificado estos puntos críticos con antelación, podríamos tomar medidas concretas en actividades o sectores concretos sin necesidad de paralizar toda la economía con un confinamiento. Así se facilitaría actuar de forma quirúrgica y con precisión en la prevención sobre los comportamientos, actividades o prácticas determinadas, que fueran la fuente de contagio, y no nos condenaría, como antes dijimos, a “matar moscas a cañonazos”.

Todo esto ayudaría también en la retroalimentación necesaria entre el sanitario preventivista que trabaja a nivel de calle, como los veterinarios de salud pública, y el sistema de epidemiovigilancia. Los sanitarios de epidemiovigilancia serían orientados en sus investigaciones por los puntos críticos detectados por el veterinario y, por otra parte, los resultados de la investigación epidemiológica ayudarían al sanitario de calle a confirmar si efectivamente esa debilidad estaba causando o no los contagios esperados, o si la medida correctiva que se aplicó está dando resultado.

Pongamos un ejemplo para visualizar estas cuestiones. Cara a la llegada del verano y la nueva normalidad las playas y la hostelería inevitablemente gozarán de una alta ocupación y actividad. Para ambas actividades se han establecido unos protocolos que se creen suficientes para evitar un severo repunte de contagios. Sin embargo, no sabemos a ciencia cierta si los protocolos tienen alguna carencia peligrosa que se pasara por alto, si se están aplicando bien o no, y si los fallos en su aplicación son realmente peligrosos o se ven compensados por otras prácticas adecuadas que mitigan su repercusión. Todos podemos hacer valoraciones subjetivas pero nadie puede responder con criterio profesional a ninguna de estas cuestiones sin un análisis previo. Por lo tanto, si en un momento determinado se disparara el número de positivos y la vigilancia epidemiológica se viera desbordada, no nos quedaría más remedio que realizar un segundo confinamiento o prohibir ambas actividades, con el daño que esto supondría, y esperar a ver qué pasa.

Sin embargo, si hemos enviado con antelación a los profesionales a determinar y analizar con criterio médico dónde se están produciendo los verdaderos riesgos e incumplimientos o defectos de los protocolos, quizá hayamos identificado que en la playa, pese a haber una alta concentración de personas, casi no hay contactos entre adultos. Que el sol y el aire probablemente estén bajando el riesgo de infección en la arena, pero que en los puntos de agua como duchas o lava pies las personas manipulan superficies sin desinfectarse adecuadamente y que los niños sí se agrupan y juegan juntos. Habríamos identificado dos puntos de riesgo o críticos, los puntos de agua y los juegos de los niños. Si hiciéramos lo propio con la hostelería podríamos identificar también sus puntos críticos frente a COVID 19. Podríamos ver, por ejemplo, que colocar las mesas a dos metros en las terrazas es un error de diseño de protocolo, puesto que luego las sillas no están a 2 metros, sin embargo, el sol y el aire disminuirían el riesgo de contagio. Por otra parte, quizá viéramos que en un 80% de los casos aproximadamente el camarero manipula dinero y no se desinfecta manos posteriormente, etc. Es decir, identificaríamos los peligros y cuantificaríamos con qué probabilidad ocurren también en esta actividad.

Hecho esto, podríamos corregir estos problemas sobre la marcha, si nos es posible, que sería lo ideal. No obstante, al menos los tendríamos identificados de manera que, si hubiera un repunte incontrolado de casos, actuaríamos sobre ese riesgo en concreto. Es decir, si un repunte de casos superara la barrera de vigilancia epidemiológica, nosotros ya tendríamos comportamientos o actividades concretas identificadas sobre los que actuaríamos de forma quirúrgica sin tener que paralizar toda la economía o todo un sector.

Por otra parte, el sistema de vigilancia epidemiológica ya estaría sobre aviso de dónde se están produciendo los mayores riesgos con un criterio profesional y no con rumores u opiniones, por lo tanto, podría orientar sus cuestionarios no sólo a determinar los contactos de un enfermo, sino también a cuestiones como si realiza alguna actividad de las que se han identificado como de mayor riesgo potencial. Así, si por ejemplo la mayor parte de los casos detectados tuvieran en común que son familias con niños que frecuentan la playa pero no la hostelería, ante un supuesto repunte, inmediatamente se actuaría en las playas impidiendo el contacto entre niños o cerrando los puntos de agua, etc. Esto impediría que se cerrara la hostelería por tal repunte o incluso permitiría que no se cerraran las playas puesto que se podrían corregir los comportamientos de riesgo que estaban fallando y no prohibir la actividad en su conjunto.

Además, este sistema permitiría una retroalimentación o feed-back constante entre la vigilancia epidemiológica y preventivistas como el veterinario de salud pública que ayudaría a detectar los casos más fácilmente y a confirmar o descartar si determinadas prácticas son efectivamente de riesgo o no.

Por tanto, tenemos una herramienta de gran utilidad que es el APPCC que podemos aplicar a la detección de debilidades concretas en la prevención general de COVID 19 y tenemos un personal con formación médica integral acostumbrado a utilizarla que son los veterinarios. Además, muchas de las actividades de las que mayor riesgo de contagio se sospecha “a priori” ya son controladas habitualmente por la Veterinaria de Salud Pública, como es el caso de la hostelería, los supermercados, mataderos, etc. Lo lógico sería aprovechar todas estas herramientas y la experiencia y formación de este personal lo antes posible para adelantarnos a posibles situaciones adversas. Hay que considerar que en cuestión de pandemias un día es importante, una semana es crucial y un mes de retraso puede hacer que algo sea incontrolable.

De esta manera, si combinamos este sistema de análisis profesional de peligros y reducción de los riesgos con una mayor protección de la población más vulnerable en caso de rebrote, quizá podamos evitar muchos enfermos, muchos muertos y un segundo confinamiento, y podremos avanzar con mayor probabilidad de éxito y más rápido hacia la nueva normalidad e incluso que esa nueva normalidad sea “más normal”.