LA LEY DEL FARma WEST

LA LEY DEL FARma WESTLA LEY DEL FARma WEST

¿Han tenido la oportunidad de leer LECHE DE VACA? Esta novela, que entrelaza personajes y sucesos reales, narra la experiencia de un veterinario francés que, por casualidad, se incorpora a una cooperativa de ganaderos en Galicia. En su camino introducción, junto a por un colega español, visita una granja donde una vaca no ha expulsado la placenta.

El veterinario español, consciente del creciente problema de las resistencias bacterianas a nivel global, opta por no administrar antibióticos a la vaca, a menos que se evidencie una infección. Hasta aquí, su enfoque es correcto y respaldado por su colega francés. Sin embargo, el veterinario español, anticipando la alta probabilidad de que la vaca desarrolle síntomas de fiebre, decide dejar una receta para el tratamiento. Esta decisión, aunque bien intencionada, resulta paradójica, ya que cuestionable, aunque lo que probablemente sucederá en la intenta evitar es una próxima visita costosa e inútil será para la simple prescripción de un antibiótico.

Fuera del guion, el español revela al francés que la regulación farmacéutica en España no le permite empuja a actuar de otra manera, y que su decisión responde a la compasión hacia el ganadero, quien ya enfrenta suficientes dificultades logísticas al tener que desplazarse a una farmacia en caso de que la vaca presente fiebre. Sería más aceptable, según la normativa, argumentar una urgencia y proceder a inyectar un antibiótico, dejando el resto del frasco para que el ganadero continúe el tratamiento.

El francés, en contraste, argumenta que en su país otros países se plantea un enfoque más práctico y coherente: los ganaderos deben contar con un botiquín bajo la supervisión del veterinario, donde se registren los tratamientos de manera accesible. En Francia, la escasez de ganaderos y veterinarios, especialmente en el ámbito rural, ha llevado a simplificar los procedimientos para facilitar la vida de los profesionales y de los ganaderos. Mientras tanto, en España, parece que el despoblamiento rural no es una preocupación y que las farmacias están convenientemente ubicadas cerca de las ganaderías.

La realidad es que los veterinarios en España no pueden transportar medicamentos en sus vehículos, salvo los de urgencia. Así, después de una larga y complicada jornada asistiendo un parto en una zona remota, si el veterinario debe realizar una cesárea, no tiene la posibilidad de dejar al ganadero un frasco de penicilina, obligándolo a acudir al día siguiente a la farmacia.

En la farmacia, el ganadero encontrará una variedad de productos ajenos a su necesidad inmediata: cremas para arrugas, gafas, champús y otros artículos que poco tienen que ver con la salud animal. Si, por compasión o responsabilidad social, se obligara al farmacéutico a llevar ese antibiótico al ganadero, tal vez los farmacéuticos se unirían al clamor por una ley de medicamentos más coherente y práctica.

He sido testigo de seminarios donde farmacéuticos discuten el potencial negocio relacionado con los animales, sugiriendo que deben tener el monopolio en la venta de medicamentos para protegernos de resistencias. Sin embargo, su conocimiento sobre el impacto de los animales en el medio ambiente y las resistencias parece ser superficial.

Está claro que se considera que solo el veterinario debe recetar y solo el farmacéutico dispensar, para salvaguardar muy profesionalmente el peligroso medicamento. aunque, en realidad, solo el veterinario puede recetar. Pero en realidad, no es admisible que un veterinario deje a un empleado recetar y si lo es que el farmacéutico traslade la altísima responsabilidad de dispensar a su mancebo. Para enfermedades crónicas, sugieren que una vez que el veterinario prescribe, ellos se encarguen de la gestión a largo plazo, ignorando que el contacto con el profesional es crucial para el bienestar del animal del profesional con el propietario de la mascota es crucial para supervisar la enfermedad del animal y “la salud mental de su dueño”.

Poco se menciona sobre los dueños de los animales; no hay propuestas para educarse sobre ellos, al igual que se sugieren cursos sobre el ganado animales para farmacéuticos. La percepción popular del veterinario como un ser de amor infinito hacia los animales es engañosa no es del todo correcta. Si realmente fuera así fuera su única motivación muchos optarían por ser ganaderos o criadores de mascotas.

Un veterinario es un profesional comprometido con los dueños de animales, luchando por la dignidad de los ganaderos y por el bienestar de las social que generan las mascotas. Cada día enfrenta decisiones difíciles, ponderando entre la economía de la cría de animales y la salud de sus productos, siempre al borde de la ley del medicamento, si esta implica ignorar problemas sociales, sanitarios o ambientales.

En Europa del Norte, cuando se elige una solución práctica frente a la burocracia, se dice que se resuelve «a la española». Sin embargo, también hay Se nos admira por ello, sin olvidar que también tenemos expertos en crear leyes complejas y absurdas. La expresión «tener mala leche» describe un estado de ánimo negativo; en cambio, «tener mala sangre» se refiere a una naturaleza más profunda. Los veterinarios pueden tener buena sangre, pero estamos de muy mala leche por la situación actual. Leer LECHE DE VACA podría brindar una mejor comprensión de este descontento. Y de nuestra buena sangre hacia los animales,* farmacéuticos y toda la sociedad.

 

Alfonso Raffin

Veterinario

 

*Por favor, no obvien comas o puntos. O mal interpreten alguna frase. Siempre en defensa de nuestro oficio y del bien común.

 

LA LEY DEL FARma WEST

 

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