Los terneros y la problemática de la deshidratación

Jesús Nieto, Jefe de Producto de Trouw Nutrition España

Todo el que se mueve en el mundo de los terneros – ya sean veterinarios o ganaderos – sabe que, la deshidratación como consecuencia de una patología o de un periodo de menor ingesta de agua y alimento por la razón que sea, es uno de los problemas más frecuentes en la granja y a menudo un auténtico “dolor de cabeza”. Esto es debido mayormente a dos factores:  el primero, los terneros son más sensibles a las pérdidas de fluidos corporales, ya que la proporción de líquido en el tejido extracelular es mayor que en un animal adulto, lo que acelera y agrava el problema de la deshidratación; el segundo, durante las primeras semana de vida tienen poca capacidad inmunitaria -prácticamente la que le transfiere la madre con el calostro- y se encuentran muy expuestos a patógenos que producen problemas digestivos, que afectan a la absorción y provocan la salida excesiva de líquido y electrolitos.

Llegados a este punto, he de decir, que por sencillo que pudiera parecer atajar el problema, no hay un consenso generalizado en cuanto a cuál es la mejor estrategia de hidratación, en qué momento aplicarla y cuál es el producto adecuado, y es que el refrán “cada maestrillo tiene su librillo” en este caso se da con mucha frecuencia.

En mi experiencia, no existe una solución milagrosa, sino una buena estrategia de hidratación, que ataque a la fuente del desequilibrio en el momento adecuado, según sea su naturaleza y la revierta. Aunque las causas de la deshidratación son diversas, la versión más simple de esta estrategia se puede aplicar en  dos situaciones: la  primera es la  prevención de un desequilibrio hídrico y electrolítico, antes de que este se manifieste clínicamente -por ejemplo, después de un transporte prolongado-; y la segunda,  corregir un desequilibrio hídrico una vez se manifiesta con síntomas de deshidratación y/o diarrea -por ejemplo, por una criptosporidiosis -.

En ambas situaciones, el animal pasa por un proceso clínico o subclínico que le conduce en el mejor de los casos a un menor desempeño en el crecimiento, y en el peor de los casos la acidosis metabólica y la muerte. Sin embargo, en ambas situaciones la causa del desequilibrio es diferente y por tanto, diferente tiene que ser su estrategia de hidratación. En el caso de situaciones de estrés  como el transporte, donde  el animal no tiene acceso a comida y agua durante un tiempo, lo que se produce en mayor medida, es una merma celular por salida de potasio y fluido intracelular; en el caso de una diarrea patológica, el animal tiene afectada la permeabilidad de la membrana intestinal, lo cual provoca en mayor medida la pérdida de sodio y fluido del conjunto de líquido extracelular.

¿Somos plenamente conscientes de estos hechos y lo tenemos en cuanta a la hora de elegir la estrategia de hidratación? ¿Estamos realmente tratando dos situaciones diferentes, de manera diferente?, ¿tratamos el problema en el momento adecuado o cuando ya es demasiado tarde?, ¿usamos el producto que más se ajusta a las necesidades del momento?…

Lo que está claro para los que dirigen las investigaciones más recientes en este campo, y con los que no puedo estar más de acuerdo, es que los productos formulados para prevenir y tratar estos problemas deben tener la cantidad y proporción correcta entre potasio y sodio en cada caso (que es diferente), así como una baja osmolalidad para favorecer el paso de fluido hacia el interior de los tejidos y la capacidad de contrarrestar la acidosis metabólica que se genere.