Rafael A. Luna Murillo. La tauromaquia a un salto de dejar de ser Patrimonio nacional

Los tauricidas que son aquellos señores y señoras gustosos de la tortura de un bóvido doméstico de raza de lidia están alborotados. Desde que el gobierno legítimo de España es, de nuevo, una coalición, en la que hay partidos políticos que no ven bien que las corridas de toros y otros espectáculos formen parte del acervo cultural de los españoles, se han puesto en marcha en las distintas comunidades autónomas en las que presumen de que esta actividad empresarial deja muchos más réditos a los ciudadanos que conviven en dichas comunidades autónomas que cualquier otro tejido empresarial o del sector primario.

Ya sabemos que quienes están detrás de la promoción bestial de la tauromaquia son gobiernos autonómicos coaligados a la derecha y ultraderecha como Madrid, Aragón, Andalucía, Valencia, Murcia, Extremadura, Galicia, Baleares, Cantabria, La Rioja, Castilla y León, y en los que hay gobierno que llaman progresista principalmente socialista, como Castilla La Mancha, Asturias, Navarra. Pero en Cataluña, País Vaco y Canarias hay gobiernos diferentes y no se promociona la tauromaquia desde la autonomía. Todo es posible.

Este infame tejido para proteger y promocionar la tauromaquia llega desde las diputaciones y municipios a los que los gobiernos autonómicos dispensan decretos y subvenciones a toda pastilla. Ayudados por la televisiones públicas autonómicas que emiten en horario infantil la barbarie de las corridas de toros y novilladas, en primer plano y a cámara lenta cuando hay una cogida de un matatoros y se quedan fijos con el zoom cuando el toro en plena agonía vomita sangre, da berridos de dolor y su respiración es forzosa mirando al cielo en un intento de captar aire cuando sus pulmones ya están encharcados de sangre por la tortura y la malmetida espada de su asesino. Todo esto ante vítores, aplausos, musiquita y espectadores sonrientes fumando puros o bebiendo o comiendo. Toda una lección de valores y empatía para los menores de edad a los que se les tritura su conciencia haciendo que este espectáculo sea divertido, incluso algún presidente de comunidad autónoma lleva a los colegios semejante dislate.

Por otra parte desde los colegios profesionales veterinarios se ha puesto en marcha también la promoción de la tauromaquia, ya no solo porque el veterinario es participante obligado de los mismos sino ya por pura ideología, metiendo a toreros o hablando de puyas y de toreros muertos como si esto fuera de nuestra competencia. Se saltan a voluntad los principios del bienestar animal como si la ciencia no fuera con este animal, al cual se le justifica toda la tortura, sufrimiento y daño por el gran valor genético que tiene, la defensa de las dehesas o los puestos de trabajo que da. Cuando todos los veterinarios sabemos que los bóvidos son el principal transmisor de la tuberculosis humana, en las dehesas hay ovejas y cerdos ibéricos y los puestos de trabajo son mínimos comparados con otros sectores más productivos. De 36.000 colegiados veterinarios sólo 330 se dedican a espectáculos taurinos. Y luego nos dicen que los veterinarios antitaurinos no tenemos derecho a poner nuestra opinión sobre este tema en los colegios profesionales.

Pues termino diciendo que se ha puesto en marcha una recogida de firmas para presentar una Iniciativa legislativa popular (ILP) como la que se presentó para hacer patrimonio cultural la tauromaquia, para que deje de serlo y sean las Comunidades Autónomas las que, según sus estatutos, tengan competencias para declararlo como cultura.

Por mi parte, sea nacional o autonómica, siempre estaré por la abolición de la tauromaquia en cualquier aspecto como muchos otros veterinarios.

Rafael A. Luna Murillo, veterinario 140994

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